
- He tardado muchísimo en leerlo - me dijo M.R-. De tanto que me estaba gustando, me daba pena que se terminara.
Yo también he tardado cerca de un mes en terminarlo. Lo abría por la noche, en la cama, me reía un par de veces y luego me quedaba dormido. Es ésta una manera muy original y agradable de que te venga el sueño que aconsejo a todos los que tienen problemas de insomnio.
Las memorias de infancia siempre me han parecido apasionantes, acaso porque lo más interesante de la vida le sucede a uno entre los tres y los doce años de edad. Luego todo se estropea. Las de Fred Chapell tienen la ventaja de que son inventadas, lo que permite al escritor hacer labor de poda y abono con sus propios recuerdos. El desfile de parientes locos y extravagantes es delicioso y , si hay tristeza en el libro (como tiene que ser y por respeto a la verdad de la vida), el resultado rebosa vitalidad y optimismo.
Muy apetecible.
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