La primera vez me llamó la atención su título: Me voy con vosotros para siempre (un diez para el traductor, Eduardo Jordá: el original es I am One of you Forever). Luego abrí una de las primeras páginas y leí: En 1940, mi padre todavía era un hombre impulsivo (tenía treinta años). También era inquieto, y quizá necesitaba rebelarse contra el yugo de la familia de mi madre. La verdad es que no sólo se había casado con mi madre, sino también con mi abuela y con la mula y los dos caballos viejos, y con las vacas y las gallinas, y con dos establos deteriorados y los cien acres de terreno rocoso de una granja de montaña en Carolina.
- He tardado muchísimo en leerlo - me dijo M.R-. De tanto que me estaba gustando, me daba pena que se terminara.
Yo también he tardado cerca de un mes en terminarlo. Lo abría por la noche, en la cama, me reía un par de veces y luego me quedaba dormido. Es ésta una manera muy original y agradable de que te venga el sueño que aconsejo a todos los que tienen problemas de insomnio.
Las memorias de infancia siempre me han parecido apasionantes, acaso porque lo más interesante de la vida le sucede a uno entre los tres y los doce años de edad. Luego todo se estropea. Las de Fred Chapell tienen la ventaja de que son inventadas, lo que permite al escritor hacer labor de poda y abono con sus propios recuerdos. El desfile de parientes locos y extravagantes es delicioso y , si hay tristeza en el libro (como tiene que ser y por respeto a la verdad de la vida), el resultado rebosa vitalidad y optimismo.
- He tardado muchísimo en leerlo - me dijo M.R-. De tanto que me estaba gustando, me daba pena que se terminara.
Yo también he tardado cerca de un mes en terminarlo. Lo abría por la noche, en la cama, me reía un par de veces y luego me quedaba dormido. Es ésta una manera muy original y agradable de que te venga el sueño que aconsejo a todos los que tienen problemas de insomnio.
Las memorias de infancia siempre me han parecido apasionantes, acaso porque lo más interesante de la vida le sucede a uno entre los tres y los doce años de edad. Luego todo se estropea. Las de Fred Chapell tienen la ventaja de que son inventadas, lo que permite al escritor hacer labor de poda y abono con sus propios recuerdos. El desfile de parientes locos y extravagantes es delicioso y , si hay tristeza en el libro (como tiene que ser y por respeto a la verdad de la vida), el resultado rebosa vitalidad y optimismo.
Muy apetecible.
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