Premiada con
el Alfaguara de este año, la última novela de Juan Gabriel Vásquez (Bogotá,
1973) se localiza en la
Colombia de los años setenta, cuando el narcotráfico empieza
a desplegar toda su ominosa presencia en el país. Un joven profesor de Derecho,
Antonio Yammara, se hace amigo de un hombre de mediana edad atormentado por una
oscura historia, Ricardo Laverde. Por un trágico azar, el protagonista está
junto a Laverde cuando este es asesinado en medio de la calle. Yammara, que ha
resultado herido de gravedad, queda profundamente conmocionado por la
experiencia y su vida, hasta entonces burguesa y tranquila, se transforma. A
partir de ese momento, su matrimonio empieza a entrar en una lenta deriva
mientras él trata de comprender el pasado de su amigo desaparecido.
Como todas las
tragedias, el final se conoce de antemano y el destino de Laverde (al igual que el del
resto de los personajes) está escrito y es conocido, o intuido, por los
lectores casi desde el comienzo. Con el borroso recuerdo de la Crónica de una muerte anunciada de García
Márquez, la novela se construye a partir de una investigación obsesiva en donde
los muchos detalles que van brotando aportan sólo una verdad muy relativa a los
hechos. Algún que otro episodio secundario, de hecho, no añade gran cosa al
conocimiento que busca Yammara, pero vale por sí mismos, casi como un cuento
independiente.
Lo mejor del
libro es, sin duda, la calidad del estilo con que está elaborado. Vásquez
domina una prosa tersa, elegante. El autor exhibe todo su talento en las
distintas atmósferas donde se desarrolla el relato. Son muy bellas sus evocaciones
del hermoso barrio de la
Candelaria, en Bogotá, o de la hacienda Villa Elena, en los
idílicos paisajes del interior. Se intuye una sólida formación literaria detrás
de algunas alusiones o del sofisticado andamiaje narrativo, pero nunca se cae en
el amaneramiento o el pintoresquismo. Además, la trama se va siguiendo con
interés y facilidad gracias a una dosificación inteligente de los elementos
principales del argumento.
Por desgracia,
a mi modo de ver, estas expectativas se ven
algo defraudadas en el tramo final de la novela. Ciertamente su halo trágico justificaría
que la conclusión no depare demasiadas sorpresas, pero el lenguaje es innecesariamente
desgarrador y las acciones repetidas sugieren un efecto morboso algo pesado.
Tampoco parece convincente el afanoso anhelo del protagonista por esclarecer la
vida de su antiguo amigo, hasta el punto de enredarse en una aventura
autodestructiva en la que no falta un escarceo erótico sin trascendencia. No
está claro si el lector podrá identificarse con la obsesión que mueve toda la
novela. Por eso, de las dos historias que confluyen en la novela, la del
atormentado ex piloto de aviación y la del abogado prometedor, la primera acaba
por superar en verdad y en interés a la segunda.
Juan Gabriel Vásquez: El ruido de las cosas al caer, Madrid, Alfaguara,
2011, 259 págs.
Bueno poor lo menos en esta novela se explico un poco sobre l que en verdad sucedio en un futuro en colombia...
ResponderEliminarA mí me gustó mucho esta novela, me gusta mucho como escribe.
ResponderEliminarInteresante blog, pasearé por aquí de ves en cuando
Un saludo
Teresa