Lise, una mujer todavía joven y atractiva, viaja a Italia
con un oscuro propósito que se va revelando al lector al poco tiempo de iniciar
la lectura: La protagonista busca con toda seriedad un hombre que la asesine
muy lejos de su patria. Con un estilo seco y un humor negro que entra de lleno
en el cinismo, Muriel Spark va detallando la peripecia de una mujer a la deriva
de sí misma.
Hace bastantes años el título original de la novela (A Driver’s Seat) se tradujo de forma
quizá chistosa para la época (Mujer al
volante), pero muy poco adecuada para la actual. Lo cierto es que una
posible interpretación de la historia tendría que ver con la violencia de
género, drama que, por cierto, sufrió la misma Muriel Spark en su vida. Sin
embargo, el problema, en la novela es bastante complejo, pues es la mujer quien
persigue su propia destrucción.
Qué lleva a Lise a tomar una decisión tan terrible es quizá
la pregunta decisiva de toda la novela. Spark, fiel a sí misma, no da
demasiadas explicaciones. Desde
un punto de vista puramente formal, lo interesante es el punto de vista,
siempre exterior al personaje, de forma que nunca sabemos con completa certeza
por qué actúa de una forma tan extravagante. Pero algunas pistas van
apareciendo aquí y allá. Una cadena de desdichas afectivas y la falta de
asideros morales son algunas de las respuestas que sugiere el relato. Más que
la historia de una búsqueda macabra, esta novela gira en torno a una huida
desesperada. Es la fuga de una mujer desquiciada por una sociedad fría,
materialista y egoísta, que, desde la óptica de la autora, se identifica con la
moderna Gran Bretaña. Alguna vez se ha dicho que la obra literaria de Muriel
Spark se acerca, por su desgarro, a la de una Patricia Highsmith o una Iris
Murdoch. Sin negar el parentesco, no es menos cierto que la fe católica de la
escritora escocesa proporciona también otra dimensión a su peculiar sentido de
la sátira. El Evelyn Waugh de Un puñado
de polvo, con su repertorio de individuos grotescos y desorientados, es tal
vez uno de sus referentes más claros. Sin una perspectiva trascendente, los
personajes de una sociedad neopagana acaban desquiciados. No es otra cosa lo
que le sucede al protagonista de El
asiento del conductor, que termina por desear su inmolación en un país
ajeno donde ella se sienta alguien,
aunque sólo cumpla el papel de víctima.
(Muriel Spark: El
asiento del conductor, Zaragoza, Contraseña. 2011, 136 págs.)
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