Siempre he tenido debilidad por las novelas policíacas de P.D. James. Por eso me atrajo este librito en el que esperaba encontrar lo que me atrajo de esa viejecita de 90 años que escribe sobre crímenes terribles con elegancia, ironía, sensatez y realismo. Todo eso está en el ensayo y, sin embargo, da la impresión de que P.D. James, a pesar de toda su sabiduría de contadora de historias, no sabe tanto. En realidad, se trata de un libro muy british, para bien y para mal. Tiene sugerencias muy interesantes, incluso divertidas, desde el punto del escritor. Pero falla en la información mínima. No soy ningún experto en novela policíaca, pero el problema es fácil de detectar: para P.D. James el género mal llamado negro se reduce a Gran Bretaña. De hecho, sitúa su comienzo histórico allí y no en la literatura norteamericana con Edgar Allan Poe., como suele hacerse. Sólo graciosamente dedica un capítulo a los primos yanquis del hard-boiled, Hammet y Chandler (y punto: nadie más). A falta de tres páginas del final se acuerda de Simenon al que dedica un apresurado puñado de elogios y se acabó. Entre los novelistas actuales, no le convence Mankell (ahí coincidimos), pero no parece tener noticia de la existencia de Stieg Larsson ni del resto de la moda escandinava. Poco después se asombra de que en la Inglaterra actual empiecen a aparecer traducciones de otros países exóticos en materia policial: Francia, Italia, Rusia, etc. Por supuesto comparto su admiración por los buenos escritores ingleses. Wilkie Collins, por ejemplo. De éste comenta lo siguiente: "Que yo sepa, ningún otro novelista ha intentado copiar -y no digamos imitar- a Wilkie Collins, aunque sería interesante que alguien se atreviera a hacerlo" (138). Cuánto me gustaría mandarle a Mrs. James un ejemplar de la espléndida Rosaura a las diez del argentino Marco Denevi.
Ese pequeño defecto inglés llamado soberbia ... Aunque quizás no sea sólo ingles, los americanos no les van a la zaga en cuanto a chovinismo. Me pregunto si tendrá algo que ver con el protestantismo o, simplemente, con el no catolicismo, pues Francia también va servida.
ResponderEliminarA mí me parece, Ignatius, que la soberbia es bastante universal. Los católicos españoles vamos bien servidos de ella. Quizá lo que sucede aquí es que en Gran Bretaña siempre ha pesado el aislamiento histórico y geográfico.
ResponderEliminarJavier, yo creo que los españoles somos más orgullosos que soberbios. Por aquí abajo, vivo rodeado de ingleses e irlandeses, y la diferencia es notoria al respecto. Sinceramente, creo que el "background" que da la educación de un país culturalmente protestante tiene bastante que ver en ese tipo de actitudes, lo veo todos los días.
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