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Río fugitivo es una novela generacional sobre las ilusiones y el desencanto de la generación que vivió su juventud en los años ochenta. Y así, aunque la acción transcurra en la ciudad boliviana de Cochabamba, pueden trasladarse muchos elementos de lo que allí se pinta a otras lugares, salvo si exceptuamos ese universo tercermundista que casi no se nombra en muchos momentos del libro, el de la miseria que rodea a los afortunados. Un grupo de muchachos de clase alta lleva una vida inconsciente y frívola mientras todos asisten regularmente a un colegio religioso, participan en reuniones sociales y viven sus primeros tanteos eróticos y amorosos. Las drogas, el alcohol y el sexo forman parte de ese mundo adolescente, recreado de manera magnífica a través de las alusiones a la cultura cinematográfica (Blade runner, sobre todo) y las canciones de Boy George, Men at Work o Queen. Como se puede suponer, el autor no oculta el carácter autobiográfico de la novela. De hecho, el protagonista y narrador es Roby, un muchacho obsesionado con escribir novelas policíacas. En sus ratos libres gana algunos pesos plagiando argumentos de sus libros favoritos y vendiendo sus cuentos a sus compañeros. Su talento imaginativo le confiere una cierta distancia con respecto a la sociedad que le rodea. Por eso, se inventa una ciudad utópica -“Río fugitivo” es su nombre- en donde transcurren todas sus ficciones. Poco o nada tiene que ver esa ciudad literaria con la Cochabamba real. Sin embargo, cuando la tragedia entre en la vida del protagonista, más o menos a la mitad de la novela, éste va dejando a un lado sus ensueños y empieza a madurar. Ahora tiene que enfrentarse con la cara menos amable de la sociedad en que vive y percibir sus carencias de forma más clara: el racismo, la violencia, el abandono familiar, la hipocresía moral. Además, con una mirada escéptica y dolorosa, el autor va mostrando las distintas reacciones de los personajes ante la muerte: tanto de quienes buscan el consuelo en la fe, como de aquellos otros que se desesperan ante un final que consideran definitivo, como es el caso del protagonista. En medio hacen su aparición algunos personajes secundarios con una fuerte personalidad, como el inspector Daza, brutal y entrañable al mismo tiempo, a mi modo de ver una de las mejores creaciones del libro.
Paz Soldán (Cochabamba, 1967) es uno de los narradores contemporáneos con mayor proyección en el panorama literario de Hispanoamérica. Dotado de un estilo cuidadoso y sugerente, no tiene ningún problema en reconocer sus deudas con la famosa generación del Boom. La filiación de Río fugitivo con La ciudad y los perros o Los cachorros de Vargas Llosa es muy obvia, aunque quizá el universo de Paz Soldán sea un poco menos sórdido o estridente. Las deudas del escritor boliviano con sus padres literarios no oscurecen su personalidad. Esta novela suya, corregida y revisada para su edición española, afirma hoy en día su puesto entre los narradores más interesantes del otro lado hispano del Atlántico.
Edmundo Paz Soldán: Río fugitivo, Barcelona, Libros del asteroide, 2008, 354 págs
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